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jueves, 16 de agosto de 2012

El Arq. Rodolfo Livingston y las torres en barrios bajos


Libro: “Casas de Barrio” (se adormecen, se despiertan y se iluminan)
Autores: Rodolfo Livingston y Nidia Marinaro
Editorial: Nobuko
Año: 2011

Con fotos de La Plata ilustramos este fragmento extraído del capítulo Los Reglamentos:

  Este asunto de las medianeras caracteriza a las ciudades argentinas y no es frecuente en otros países. Surgen de un papel, de un conjunto de normas. Estos edificios de “propiedad horizontal”, como se denominan aquí, se levantaron en los mismos lotes de 8.66 m donde estaban las casas chorizo, que fueron - y son- demolidas. Es así como barrios de casas bajas son agredidos por esas impúdicas medianeras, alterando la fisonomía de la cuadra, proyectando sombra sobre las casas linderas, afeando la ciudad y condenando a buena parte de los habitantes de esos mismos edificios, a mirar un pozo de “aire y luz”. Esos paredones ciegos no fueron imaginados por el legislador anónimo, porque se daba por sentado que otros edificios se irían pegando entre sí, formando un frente continuo en la ciudad, sin paredones a la vista. Solo olvidaron un detalle: si tal cosa ocurriera, la ciudad de Buenos Aires alcanzaría, dentro de sus límites municipales, la horrorosa cifra de 95 millones de habitantes, en lugar de los 3 millones actuales.

En estos días los vecinos de los barrios se movilizan contra los “emprendimientos” de torres entre sus casa bajas. Nosotros los apoyamos cuando nos lo solicitan porque creemos defender una causa justa. He visto demoler casas chorizo bien reformadas, en perfecto estado, porque quedaron encerradas entre dos torres. Tampoco es lógico, teniendo en cuenta la escasez endémica de viviendas, demoler casas en buen estado.

  ¿Cuáles son las causas de esta contradicción frecuente entre la normativa y la realidad? Estas contradicciones no se presentan en todos los rubros. Por ejemplo, las normas del yachting que regulan las carreras de veleros, son aceptadas por los participantes, quienes las encuentran lógicas, porque fueron hechas por ellos mismos. Y aquí está una de las claves para comprender este asunto. Las normas de edificación no fueron hechas por arquitectos creativos, interesados en la estética de la cuidad y acostumbrados a enfrentar la diversidad de situaciones que se presentan en las casas, sino por burócratas, que solo piensan en prohibir, sin imaginar los caminos para resolver. Pero las normas diseñan.

  Otra causa es la falta de revisión periódica, que debería incluir la opinión de los vecinos, además de los profesionales.

  Hay otro factor que arroja sombra - como las torres - sobre los mencionados más arriba, y es la cantidad de dinero en juego cuando se levantan esas torres. La ganancia de algunos pocos se convierte en una fuerza poderosa cuando éstos están aliados con el poder. “El interés es la medida de las acciones” reza un principio jurídico que se cumple en la toma de decisiones; cuando el interés es la codicia, es un sistema fundado, precisamente, en la codicia como impulsor de la economía, es difícil que prevalezcan los deseos de los vecinos. En algunos casos se logra y el triunfo levanta los ánimos.

  ¿Y cuáles son las consecuencias, en la práctica, de los reglamentos inadecuados? Sencillamente el incumplimiento de las normas, que es notablemente mayor que su acatamiento.

  Si levantamos la vista en las avenidas de Buenos Aires y otras ciudades grandes, veremos todo un muestrario de ventanas antirreglamentarias, que no contradicen la ética ni la lógica; ésta es penas una, entre muchas violaciones de los códigos de edificación y de otras normas vigentes.

   En Argentina estamos batiendo un record - quizás mundial - en materia de ilegalidad.






  

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